No suelo apostar si no estoy convencido. Con los amigos me pasa eso. Claro, que puedo estar equivocado, y la nueva verdad salta a la realidad con creces de pago. Si pierdo pago, ese es el precio por aprender en las apuestas. Mis íntimos me saben. Entonces, cuando se genera una disputa, por lo general, no apuestan. Amistades que se apuestan. Apuestas en amigos. Apuestas con Amigos. Cabe señalar que rara vez piso un casino, o participo de algún juego en donde se tenga que apostar dinero. Las contiendas involucran algo que aprender. Cuando era chico, solíamos contender en juegos a través de prendas. Eran divertidas y sin mayores problemas se cumplían. Entre tanto y tanto, aparecía algún pendenciero que terminaba “pagando” y yo disfrutando. Siempre los pagos se referían a acciones para seguir compartiendo la amistad o no, pero el goce radicaba en la pimienta que se sacudia en la previa más que cuando se ganaba. Salando la vida del otro por un momento. Asi fue como la luna nos encontró despachando unas cervecitas en el bajo. Fabri, Clau y yo, como siempre, hablábamos de mujeres, fútbol, música, amigos y sueños. Vuelvo a la apuesta. En principio, era sobre una canción que sonaba en el bar. Algo de rock pesado. Le llamo apuesta cebo, en donde pierdo a propósito para que el otro muerda, tome valor y decida decidirse a apostar. Fallo e intento adivinar. Un ardid. Clau, como todo toro urbano, encaró al rojo de la carnada sin reparos. Entonces, aventuré algunos nombres del mar del rock.
== Ves… no sabés nada. No es Deep purple ni Iron Maiden==.
==El que sabe…sabe…sino está adivinando==acotó Fabri con precisión relojera.
Tragué saliva, no era cosa de que se espanten, me agazapé y respondí.
== Es Led Zeppelín. La voz inconfundible de Robertito Planta== aseguré deformando el nombre.
== Eso no dijiste. Me nombraste a otras bandas. Entonces, no vale. Así cualquiera termina adivinando== Clau se iba acercando al cebo.
== Como no saber de Zeppelín. Mirá, cuando estudiaba guitarra, para aprender a arpegiar me enseñaron “Escalera al cielo”. Un karma. En todas las reuniones la tocaba y mis amigos ya estaban tan hartos de escucharla como yo…y hoy inclusive nunca falta alguno que la pide…hace años de eso== dije y enmudecí.
== Ah siiiiiii….bueno. Te apuesto un asado para los tres que no la sabés tocar. Como el disco eh….sin sanata. A ver….dale. Vamos ya a casa y la tocás==.
== Bueno… no sé== (Falsa duda del que no duda. Teatralice un poquito. Me había fagocitado a la reina y estaba a punto del jaque mate).
== Ta bien…dale==
==Ya vamos a casa, Fabri está de testigo y de juez. Pedí la cuentita, dale. No podés revisar nada. Así de una…==. me señaló con su índice tiezo y la mirada vidriosa de 2 de la mañana.
==Vamos== dije.
La canción la sabía de punta a punta. Pero el trayecto hacia su casa fue un sermón dominical. Que vas a aprender… Que voy a disfrutar el tintito….En ésta te agarré... después del asadito que me voy a comer…no me apostás más, me decía convencido. Lo paradójico era que leía mis pensamientos. La verdad es que si hay algo hermoso es que sepas alguna cosa que va a venir. Aunque sea una mínima cosa. Una sonrisa. Una bolilla que la sabés hasta de memoria en un exámen. Un abrazo desmedido. Un apuesta que no perderías. Un olor conocido. Una mirada. Un abrazo. Algo.
Fuimos, la toqué casi integra. Gané. No disfruté ganar tanto como cargarlo y ver su cara desfigurada.
==…La tocaste perfecta. Ya está… ya está...== dijo antes de que termine.
Fabri y yo nos descostillábamos de la risa.
Fabri, que es un alumno devoto de Clau, comenzó a proponerle tomar clases conmigo. Es irrepetible ver las caras. Todo solo duró lo que una brisa. Pero me dejó instalada la sonrisa una semana. El asadito apostado, obviamente era lo de menos. Ganarlo también. Importó disfrutar el frescor del mar que nombraba las amistades. Al fin y al cabo, sólo somos personas que a veces vuelan con simplezas.