Clarita tomaba baños de luna y solía encremarse el cuerpo con una de aloe, algas y coco. Una combinación que la delataba a dos kilómetros de distancia. Pensaba que ese perfume erotizaba a los hombres, quienes en realidad se acercaban más por sus curvas que por otra cosa. Lucas estaba hechizado. Nadie entendía el porqué de su enganche. Pero él, hasta había hecho cálculos ergonométricos y algorítmicos para demostrarlo. Algo propio del que ama y lo justifica. Clarita decidió el encuentro. Un lugar en la costa que se llamaba “trentis” y que era de un músico de los soda. Tenía onda el lugar. Siempre lleno de turistas que disfrutaban de las vistas y de el habitué paquete de Bari. A consecuencia de la fragancia de Clarita, alrededor suyo no se sentó nadie. Es que el hedor era intenso y la paciencia no se resistía por las narinas. Lucas se dejaba llevar por esa fragancia. Le encantaba. Así, el también tenía lo suyo. Le escapaba a la ducha luego de entrenar y no era amigo del shampoo y del jabón. Llevaba consigo un olor a vestuario bien definido. Cuestión que a ella le gustaba. Lo hallaba interesante y varonil. La ecuación de la atracción estaba dada. Estaba dicho que eso se pagaría con sexo inmediato. Casi sin hablar y luego de pedirle un par de chop a la moza, sin beber un sorbo siquiera, se avalanzaron uno sobre otro haciendo como epicentro del chupón la mesita de madera artesanal. Cayeron al piso el servilletero, unos manies en platito, y unas papitas fritas de copetín, llamando la atención aún más de los visitantes. Asombrados , comenzaron un tímido aplauso que terminó en ovación. No se sabía bien si porque se habían animado o porque se iban. De hecho, salieron casi corriendo del lugar. El billete de la cuenta voló del bolsillo a la barra sin escalas, y en primeros segundos se besaron por todos los años pasados de flirteo. Tal calentura enrojeció a la luna llena.
De aquel estado catatónico no se zafaron más. Ese chicle caliente que no se puede despegar cuando se pega, y así recorrían las calles del pueblo venido a ciudad que era Bariloche. Bajo el simple rojo de sus mejillas que contaban todo lo que les había sucedido.
(paraje del Color Primario)
Como se suele decir tal para cual.
ResponderBorrarColor Primario...va camino a la librería?
Un abrazo Sereno!