Alguien me contó que los secretos al ser contados dejan de serlo. Se transforman y se incorporan al que los lee, los escucha, los comparte y hace así, menos solitario su recorrido.
LLega enseguida a mirar fijo.
A entrar al alma sin pedir permiso.
A reirse de los tiempos en que no importa el tiempo.
Es la fresca de un día de lluvia.
Otoño en la piel.
Recuerda que aún nos sentimos ganas.