jueves, 30 de abril de 2009

Las palabras que viajan

De paseo, las palabras me contaban que buscaban ser algo. La pieza del puzzle. La que signifique lo que se siente. Entonces me contaban que...


Mercedes las provocaba revelando sus significados. Celes les sacaba fotos a sus esencias. Rayuela armaba sus juegos en el cielo con fragancias de jazmín. Tere las llamaba para acercarlas al corazón. Miralunas las sacaba de los mares de la luna. Ade las coloreaba junto a sus lunas rojas. Deygar las vivía intensamente. Shao las azucaraba en sutilezas simples. Georgina rompía sus esquemas insistiendo con sus significantes. Paola contaba el alma de sus soledades. Esmoris las abrazaba en poesía y jamás querían irse de su lado. Juana las elegía entre las mas osadas y el paladar acanelado. Li las invitaba a tomar el te en su sanyain garden. Cybeles les extraía el coraje para amar y la exquisitez de sus risas. José les daba vorágine y miradas para animarles. Anabel les declaraba su fidelidad y su devoción infinita. Ana Gabriela les daba vuelo azul hacia los girasoles. Siete les daba sus colores en arco iris acuarelados. Nina las resignificaba a medida que llegaban. Lucre y Leo las argentinizaban. Atenea les daba un cafecito con tostadas y dulzura. Julieta les daba aventuras más reales que virtuales… India, Niyume y Vero les preparaban banquetes de emociones para que se empachen…Rolalola, Lisa y Maddie les daban de beber de sus vidas...



Las palabras siempre viajaban hasta ellos. Se hacían sentimientos en el encuentro. En paraditas que resultaban eternas, se hacían luciérnagas y, se instalaban en sus nombres y, renombraban los viajes. Se animaban a andar sin parar. Se iluminaban. Al llegar a mí, sólo me contaban sus andanzas y lo bien que la pasaban juntos.
De lo breve que resultaban sin sus cobijas.

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lunes, 27 de abril de 2009

Pentagrama.

"Los caminos sin obstáculos a menudo conducen a ninguna parte. Todos los caminos tienen obstáculos más solo al principio, son la preparación del resto del itinerario." Chamalú



Renuncio,
a los amaneceres de resaca
a los amores baratos y a las sacristías
a las carreras de-mentes por ganar
a los sicarios del bienestar espiritual
a los que juzgan diferencias
a la risa comprometida y al llanto contenido
al juzgado de faltas
al que no se la juega en el juego
al tiempo en los relojes
a las palabras que no se dicen
al zumbido de los comedidos
al parámetro del sentir
al ruido del metro que distancia
a los metros de distancias que hacen ruido
a los besos que no estremecen
a los retos premeditados
a morir sin vivir el caminito
a vivir sin jardines ni arte
a lo que ata y no une
a no equivocarme
a todo lo dado sin amor
a no quererte
a no encontrarte en mi música.
Si a Mi La-Do Re-Fa para sentir el Sol.


Ahí va mi pentagrama de renuncia indeclinable.
Para no desandar lo aprendido…

domingo, 26 de abril de 2009

Relatos del sereno de los faros (Mujer salvaje)

"Es intentando lo imposible como se realiza todo lo posible".
Henri Barbusse.

Entrado en una suerte de misterio. Aquella noche le ví preocupado. Envuelto en su gabán negro y con la mirada perdida, el sereno de los faros no contaba de sí mismo. Sus relatos eran él y él era un buscador noble de verdades. Se sabe que quien las busca corre el riego de encontrarlas. Poco hablaba de sus amores. Ese día me contó a donde se había ido su amor.
“Alguna vez , llegado el amanecer y dispuesto a irme a casa, escuché a los perros ladrar. Me llamaban y me contaban de una presencia en la playa. Siempre les hago caso, así que en esa fresca, bajé hasta la costa. Los canes deambulaban entre las rocas hurgando y buscando. Miraban si los seguía. Estaba cansado de tanta vigilia y de llevar el cuerpo conmigo toda la noche. Igual seguí detrás del instinto. Caminé hasta sentir que mis piernas ya no me llevaban. Ahí fue que la ví. Naturalmente me arrodillé ante su majestuosa estirpe desnuda. Me declaré monoteísta en un segundo. A partir de ese instante infinito sería mi diosa. Mis sutilezas y mi atención venerada. Mis verbos del querer. Estaba entre rocas, casi inaccesible, como suelen aparecer las mujeres salvajes. Los perros hicieron su trabajo de encontrarla y se fueron. Cabizbajos y temerosos como si se encontraran frente a una loba. Era una mujer loba del bosque. Estaba en la playa porque necesitó respirar la brisa del mar. Estaba sola y quería estarlo. Me acerqué todo lo que pude sin saber que estaba en sus adentros. Me incorporé de mi pose devota y me senté con la manta al hombro a mirarla. Fue mística y almas que brotaban cuando exhalaba sus vientos . Al respirar nueva-mente salían en bocanadas y en espiral hacia el amanecer. Al dejar partir las cadenas que le condenaban en el bosque de cemento sintió fluir la comunión con las olas. Allí quedó su faz domesticada. Entonces, clavó su mirada en mis ojos, me regaló su más puro amor y sonrió. Mi amor se fue con ella a otro plano. No reclamé devolución. Para qué. Todo lo encontrado se esfumaba a lo sentido. Todo lo sentido se esfumaba frente a aquél encuentro. Ahí lo supe. Supe que era para mí. No desde el sitio de poseerla sino desde el viaje al corazón. Supe hallar a la mujer sabia del bosque. A la que todos temían por saber. A la que consideraban una loca por salvaje...”
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viernes, 24 de abril de 2009

Relatos del sereno de los faros.(Narcisa y el niño)



"A canto de sirenas oídos de pescadores".
(anónimo)



Al llegar el amanecer dormía. El sereno estaba acostumbrado al cantar de los venteveos madrugadores y al olor a pan recién horneado. En su casa tenía atrapa-sueños y llamadores de viento. Una hamaca paraguaya y una mesita con libros que se dejaban de leer al dormir. Disfrutaba de los amaneceres en una siesta de sueños y deseos. Escaleras abajo la calle se iluminaba de colores. Le velaba el sueño. Corrían los tiempos en otros relojes. En vigilia, casi dormitando, me confió éste relato.
“En su casa las cosas no iban bien. Su madre trabajaba en doble turno y perecía frente al televisor encendido cada noche. El solía escaparse por la ventana y explorar la noche procurando hallar el desvelo de las estrellas. Buscando aventuras. Algunas veces me acompañaba a encender las luces del faro. Disfrutaba de su compañía. Le contaba historias de bucaneros y tesoros. Eso le mantenía en vilo muchas veces. Un día me vió escuchando a la sirena verde. Ella era hermosa. Venía desde las costas de Fiji. Sus abuelas habían querido engañar a Ulises. A un deslumbrado Colón en la Florida y a un encallado Smith en las costas Maleguetas. Ella era el verbo del deseo. La versión del encanto. Narcisa por naturaleza. Luego de sus andanzas por la noche del mar, entradas las madrugadas de luna llena, la diva se recostaba en la playa y cantaba. Recordaba ser estrella. Esas noches yo hacía de su público. A decir verdad, no quería que los marinos escucharan su canto embriagador y chocaran con el risco. Además, Ambos disfrutábamos la velada. Era mi música funcional con la orquesta de olas de fondo. Clareaba su imagen y la luz de luna platinaba en sus escamas. Algunas veces, le alumbraba con la del faro y sentía ser la solista en un escenario de rocas y caracolas. El niño asistió a la fiesta. Estaba ido. Sonámbulo. Caminó hasta la playa para contemplarla. Recién la conocía. Poco tardó en no olvidarla jamás. Sobre todo por la neumonía que pescó cuando quiso irse detrás de ella entre las olas de un mar cómplice que se veía calmo…”

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Relatos del sereno de los faros. (La amiga)


"Hay una locura, hija de la desesperación, a la que todo debe excusarse."
Honoré de balzac.


Su vida crepuscular le marcaba la palidez y las ojeras. El mar marcaba las olas en sus arrugas. El sereno de los faros contaba historias. Contando vivía. Tanto tiempo había pasado que ni sabía desde cuando hacía que contaba. Su oficio solitario de mala paga se compensaba con la sonrisa abierta de los navegantes que llegaban al puerto. Era conocido en el bar. No bebía antes de encender los faros. Tan sólo una copita antes del alba para dormir con sueños. Solía relatar historias inverosímiles sentado cerca de un arpón del siglo XII y debajo de un mástil del “Sirena verde”. Alrededor, como en un fogón sin fuego, se reunían a escucharle. Era de hablar bajito y cansino y así adentraba a las almas bebedas los relatos fantásticos del mar. Cierta dejadez le emigraba del mundo. Cierta mirada le aclaraba horizontes. Así, alguna madrugada escuché de sus sueños éste relato.
“La ballena angustiada era mi amiga. Ella ya no comulgaba con sus pares, no había vuelto a enamorarse y le escuchaba su pena cuando llegaba octubre. Se instalaba entre la rompiente y los riscos acercándose a la costa lo máximo posible. Ahí, relinchaba el agua y el aire por sus narinas y espantaba a los albatros que carroneaban a la vera de la costa. Sutiles y misteriosas eran sus sumergidas. Duraban poco cuando le hablaba a través de las luces del faro. Teníamos un código. Una luz intermitente era el llamado para charlar. Dos luces, que la observaba. Entonces, al recibir la señal, hacía un circo de piruetas para el asombro. Le aplaudía luego de un ratito y saludaba con su aleta golpeando el agua. Ella sabía de mi soledad, y yo de su pena. Hablando nunca estuvimos solos. Nos curábamos hablando. Contándonos secretos. Así con sus lamentos me confió su amor perdido. Una mañana de primavera junto a su compañero les había sorprendido la avaricia de un barco ballenero. Entonces lo perdió. Como se pierde un tesoro. Debajo de la piel y con arena en el paladar. Ella volvía siempre al sitio del crimen cuando llegaba el frío. Lo hacía, para sentir el enojo y calentarse recordándolo. Me contaba que soltar la bronca le reparaba y la sal del mar se encargaba de cicatrizarle las heridas. Eso me contó con sus sonidos. Agudos como la agonía de estar casi sola. Casi, porque era yo su único amigo...”

sábado, 18 de abril de 2009

Frente al espejo

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Danzan tus cabellos con el peine
En el aire brotan partecitas de ambos
Provocan remolinos en el alma
Y te cuentan
que
Nos miramos
No dormimos
Nos olemos
No paramos
Nos sabemos
No finjimos
Nos encontramos
No buscamos.
Frente al espejo
Que duplica tu belleza
Aparecen todos tus nombres
Delineando párpados.
Te acordás
Que siendo mujer
En el reloj se esfuman las manecillas
Cuando se enjuagan las horas en sudor
Entonces
Al pintar tus labios
Nadie te quitará lo sentido
Y
La sonrisa.
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miércoles, 15 de abril de 2009

Imperativo


Revolvé con tus manos en cuchara,
Endulza mis sentidos.
Renombrá la lujuria,
Quiero canela y miel.
Desayuná mis trasnoches
Con mariposas azules
Revolveme
Revolucioname
Volvé a ilusionarme
Claudicá en mi mitad
Hacéme entero
Dame bravura
Hacete verde donde reposar
Hacelo
No pido
Exijo.
Devolveme mi amor
Que cuando vuelve…
Es toda la vida por ese simple momento.
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martes, 14 de abril de 2009

Encuentros

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"En ciertos oasis el desierto es sólo un espejismo."
Mario Benedetti


"El encuentro es el inicio del viaje compartido".


Clarita tomaba baños de luna y solía encremarse el cuerpo con una de aloe, algas y coco. Una combinación que la delataba a dos kilómetros de distancia. Pensaba que ese perfume erotizaba a los hombres, quienes en realidad se acercaban más por sus curvas que por otra cosa. Lucas estaba hechizado. Nadie entendía el porqué de su enganche. Pero él, hasta había hecho cálculos ergonométricos y algorítmicos para demostrarlo. Algo propio del que ama y lo justifica. Clarita decidió el encuentro. Un lugar en la costa que se llamaba “trentis” y que era de un músico de los soda. Tenía onda el lugar. Siempre lleno de turistas que disfrutaban de las vistas y de el habitué paquete de Bari. A consecuencia de la fragancia de Clarita, alrededor suyo no se sentó nadie. Es que el hedor era intenso y la paciencia no se resistía por las narinas. Lucas se dejaba llevar por esa fragancia. Le encantaba. Así, el también tenía lo suyo. Le escapaba a la ducha luego de entrenar y no era amigo del shampoo y del jabón. Llevaba consigo un olor a vestuario bien definido. Cuestión que a ella le gustaba. Lo hallaba interesante y varonil. La ecuación de la atracción estaba dada. Estaba dicho que eso se pagaría con sexo inmediato. Casi sin hablar y luego de pedirle un par de chop a la moza, sin beber un sorbo siquiera, se avalanzaron uno sobre otro haciendo como epicentro del chupón la mesita de madera artesanal. Cayeron al piso el servilletero, unos manies en platito, y unas papitas fritas de copetín, llamando la atención aún más de los visitantes. Asombrados , comenzaron un tímido aplauso que terminó en ovación. No se sabía bien si porque se habían animado o porque se iban. De hecho, salieron casi corriendo del lugar. El billete de la cuenta voló del bolsillo a la barra sin escalas, y en primeros segundos se besaron por todos los años pasados de flirteo. Tal calentura enrojeció a la luna llena.
De aquel estado catatónico no se zafaron más. Ese chicle caliente que no se puede sacar cuando se pega, así recorrían las calles del pueblo venido a ciudad que era Bariloche. El color de sus mejillas contaban lo sucedido.
Sofía se vislumbraba día a día. Las luces de la ciudad no descansaban ni de noche. Sus anhelos de alcanzar esa paz tan preciada. De poder disfrutar de sus soledades no deseadas. De cambiar el curso de su devenir. El futuro como un vacío. Como una hoja de papel en blanco como su cara. La que invita a ser llenada y no olvidada en un cesto. Estaba realmente cansada del viaje. Tratando de entender que había sucedido. Como se había generado su partida casi como una huída. Sabía que tenía que encontrar, mas allá de qué vivir, un lugar, un espacio donde ser rescatada. Siempre había imaginado eso. La figura de la conexión total, la del príncipe que enamora a diario, del que la deseara así, siempre. Por otra parte, no paraba de dar vueltas en su cabeza las cartas anónimas de amor.¿ quién podría estar escribiéndole esas misivas? , ¿Quién sino alguien que la conociera?. No paraba de pensar y repensar. Al tiempo en que se cocinaba un salteado de verduras, sonó el teléfono de la casa. Le llamaban de la Terminal. Esa voz le decía que había extraviado un documento. Sofía, inmediatamente revisó su equipaje completo y descubrió que le faltaba el DNI. La persona de la Terminal, se había tomado el trabajo de llamar a Bariloche y hacer las indagaciones correspondientes para dar con su paradero en Buenos Aires. Algo, por cierto, no muy común. Sin perder tiempo salió disparada a la Terminal con Claudio. Al llegar a la boletería, su cara se lleno de asombro. Casi sin quererlo, Gabriel el guarda del tren, flaco y desgarbado se topó con ella.

--Increíble encontrarse acá--- le dijo con el ceño fruncido.
--realmente sí----titubeó Sofía al tiempo en que presentaba a su primo Claudio como su hermano del corazón.
-- Es que al destino se lo traza todos los días, con cosas que hacemos y con las que no hacemos, pensar una posibilidad como ésta hubiera sido una locura total----aseguró Gabriel mientras reía al hablar.
---Algo estará queriéndome decir el destino entonces, porque no creo en la casualidad--- sentenció ella al tiempo en que agradecía a quien le había encontrado el documento.
---Quería conversar un poco con vos--- le dijo en tono serio Gabriel.

Sofía, que tenía un carácter fuerte en la decisión, notó el determinismo del caballero del tren. Miró a claudio, con un gesto cómplice, y le dijo que se fuera. En un santiamén estaban en el café.
Las miradas derrochaban riqueza y sonrisas. La confitería era como un santuario de confesiones. Ahí, Gabriel le contó cómo llego al tren luego de haber estudiado letras en la facultad. Sofía cómo llegó a Buenos Aires después de recorrer tanto verde en su vida. Ahí, juntos, se los veía naturales, como entusiasmados, a las risas urgentes. Tentados por el juego se olvidaron del reloj. Se hizo tarde la noche y se hizo bien de noche. Gabriel, que vivía en San Telmo, se ofreció a acompañarla. Juntos tomaron un taxi que volaba por las calles. Todo se pasó velozmente, fue hasta fugaz como una estrella. Sofía, le agradeció y el al irse le propuso un nuevo encuentro.
Gabriel era un ángel feo. El era mayor que ella. Una diferencia casi imperceptible, pero notoria en el documento. Distintas generaciones se encontraban en un sitio inimaginable. Uno frente al otro. La química que no se explica. La fuerza del deseo que atrae, que corroe las fronteras del límite. Algo les había sucedido. Algo les estaba sucediendo.
NdeA; último paraje posteado de "El color primario". Espero que lo hayan disfrutado.
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lunes, 13 de abril de 2009

La carta

" Hay cartas que dejan marcas insoslayables en el alma. Besan cada vez que se vuelven a leer".

de la película "Il postino".



El beso de Klimt...


"Aquel que quiere viajar feliz, debe viajar ligero."
Antoine de Saint-Exupery (1900-1944) Escritor francés.



Una vez más, algo la ataba a ese personaje.¿sería quizá una señal del destino en el viaje?,¿un recuerdo de palabras alguna vez escuchado al pasar?. No quería perder esa oportunidad, pero para animarse tenía que cruzar el umbral de la realidad imperativa de lo cotidiano, de lo aprendido, de lo formado. Sofía había tenido una infancia de cambios drásticos. Indocumentada viajaba por la vida sin saber hacia donde, pero sí para qué. Se emocionaba con las cosas simples. Siempre clara en los momentos duros. Vestía las impaciencias de su madre y la ausencia de su padre. Una mirada le descifraba su cara, sus estados, sus búsquedas incansables de ser mejor.
De pronto, al levantar su mochila para tomar el atado de cigarrillos, cayo como planeando una carta. Estaba dobladita en tres partes y al descender parecía un manuscrito medieval. Sofía se agacho a recoger el papel que decía;
“ Te quiero tanto que decirlo resulta poco.” versaba el copete. Sorprendida, quiso leer su autor, anónimo por cierto. A la vez se preguntaba cómo había llegado hasta allí esa misiva. En vano, frunció el ceño, desvió un poco la vista y comenzó a leer.

Es lo más; llevarme tu magia prestada,
tus sueños,
tus libros,
tus búsquedas,
tus palabras,
tu sexo,
tu forma de ser espontánea,
intensa,
inquieta,
sabía que me llevaría a quererte como te quiero.
Tu mirar disperso.
Tus idas y vueltas a nuestro mundo de encuentros.
Tu escucha precisa.
Tu forma de decirme te quiero.
Que aire le das a mi vida!, Que pasión tengo para compartirte!, Que deseo de nadar en el mar de tu piel !.

El escrito no tenía ni más ni menos que eso. Sus historias pasadas fuertes de alcoba habían sido con Lucas, y bien sabía ella, que aquello no lo había hecho él. ¿Quien podría haber sido? De hecho, era una quimera. El sueño de algún pervertido o la fantasía de alguien que ella conocía pero que no se le había dado a conocer. Sin embargo, el anónimo poeta era un fantasma. La conocía. Sabía de su aficción a la lectura, de su debilidad por la canela y hasta sus idas y vueltas a sus diferentes mundos. Hasta allí un enigma propio de un thriller cinematográfico.
La charla con el guarda se cortó. Se desvaneció como un plan de fin de semana en vacaciones.
---¿Ya te vas?--- Le dijo Gabriel rascándose la cabeza como si le picaran bichos.
---Si, si, el micro creo que sale en un ratito--- y agregó--- gracias por todo, nos volveremos a encontrar tal vez---.
---Sólo si el destino así lo quiere--- le prodigó el guarda, y así saludándose de lejos salió del bar dejando el dinero sobre la mesa ante la mirada de los comensales matutinos.
Sofía no paraba. Estaba movida por una ansiosa energía de llegar a la capital y apuraba el tranco entre la gente que pausaba sus pasos. El frío, se estaba yendo con un solcito trabajador que lo doblegaba en cada esquina.



NdeA; paraje de la novela "El color primario".


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El desayuno

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"Un viaje es la necesidad interna de recurrir a olvidar tu pasado."
(anónimo)




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Al tiempo de escuchar esa música en su cabeza, Lágrimas Negras, sus planes tomaban dirección hacia un devenir más cierto. Le enojaba no haber sido despedida en la forma que se merecía. Había partido sola, como había vivido. Nadie le acompañaba en esta elección y sus dotes de arlequín no le bastaban para montar el circo en escena. A veces, sentía como si su destino estuviera escrito por personas desconocidas, por astrónomos mayas, profetas del oro, sacerdotes egipcios o escritores de tangos perdidos en el mundo de la bohemia. No había una certeza tan válida como su duda. Aún así, su espíritu rebelde sin condición aparente que la motive, la movía de un lado a otro. Le había costado concentrarse en algo específico toda su vida. La contrapartida era haber aprendido por salir de situaciones emocionalmente complejas. Su ausencia de padre, el carácter errático y determinado de su madre, sus amigos de adolescencias tardías y su entorno mutante y sin recompensas. Eso la había formado.
El tren estaba ya arribando a Viedma, la ciudad soñada para ser la capital de la república al estilo de Brasilia, se despertaba de una helada noche y de San Antonio cruzaban obreros tapados de abrigos oscuros y casi sin saludarse por no sacar las manos de sus bolsillos. Eran casi las 7 y el alba pintaba al puerto de actividad parsimoniosa. La barriga le crujía del hambre, y tras un breve sueño estaba dispuesta a resignar algún dinero en comprarse un buen desayuno. Al descender, quiso salir de la estación lo más rápido posible y meterse en un barcito a media cuadra que se veía coqueto. Al entrar al bar, las miradas de todos se le clavaron en su figura como la mira láser de los fusiles de alto impacto. Enseguida le coparon la parada de extraña.
Sofía era bonita. Tenía una belleza que salía de lo normal, era una lindura que invitaba a posserla. Alguien le había confesado que era la más guapa del barrio, y desde aquél momento nunca dudo de su carisma. Se sabía bonita, de cabellos largos y oscuros, siempre con brillo de atracción sexual, de mirada sugerente y de labios mordibles. Estaba vestida como si entrara a un refugio de alta montaña pero, el frío de la mañana y sus pálidas mejillas no le beneficiaban mucho en su aspecto.

---Café con leche, más leche que café….¿ y alguna medialunita para acompañar?--- le sugirió el mozo.
---Si…si….---le contesto debajo del pullover.

Al segundo desvió su mirada y era el centro del lugar. Si bien, su espíritu no era el de llamar la atención en cualquier sitio en donde entraba, esos clientes quedaron a la espera de resolver la intriga.
De a poco la sensación de polaridad se hizo presente. Apareció en escena ese señor un tanto desprolijo a tomar un cafecito en la barra. Se trataba de Gabriel, el guarda tren. Que sorpresa fue para Sofía ver a esa persona que inoportunamente estaba entrando en su vida, sin una razón aparente. Al segundo se persiguió, sintió estar en un lugar incorrecto, como expuesta por la mirada de este hidalgo y desfachatado personaje de historieta o de fábula barata, que lucía horrendo y hablaba como si le brotaran soles de la boca.
Se miraron y al reconocerla, ella, que no era de avanzar en las relaciones, le encaró una tímida invitación. Gabriel accedió con una andar cansino y seguro.

---¿ Está caliente ese cafecito? Mirá que si no, el alma no se entibia---. Le dijo en discurso un poco cursi.
---Si, si al menos un poquito va a entibiar--- dijo ella.
---El destino se hará andando entonces, no?...vas hacia la gran ciudad capital o a buscar un nuevo horizonte en otro lugar?--- Le propinó.
---Creo en que, a ambas cosas---

Entonces, el reloj de arena del destiempo se hizo nido en su garganta. Ya no pudo decir más que le pasaba. Todas las mareas en su mente. Sin timonel ni banderas. Era una barcaza a la deriva en esa mañana de Viedma.

--- Me voy...--- atinó a decir por lo bajo.
--- Ya, terminá ese café…no hay apuro, hacia donde vas, sólo estarás con
vos misma--- dijo Gabriel.

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NdeA; pasaje de "El color primario".
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domingo, 12 de abril de 2009

La paradoja

"Los viajes son los viajeros. Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos."
Fernando Pessoa (1888-1935) Poeta portugués.

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Su cuerpo volaba, estaba consternada y liberada. Una extraña sensación de desasociego y pena le invadía los huesos. Y al compás del ruido de las vías, somatizaba. Pensaba acerca en los entreveros de lo que vendría. Estaba preparada para no sufrir, pero esa misma preparación la detenía. De golpe, como si alguna fuerza extraña, hasta mental, se pusiera en funcionamiento, en coincidencia el espacio con sus pensamientos, el tren se paró. La veintena de pasajeros de ese tren casi vacío, comenzó a mirarse entre sí, a tratar de entender que había sucedido. Se miraban perplejos, frunciendo el ceño y haciendo muecas perceptibles de bronca. Estaban mansos, como vacas que van hacia el final de sus días, pero a la vez, inmersos en una tensa calma. Sofía atinó a levantar la ventanilla, trabada por los años de inactividad, y en vano, hacía fuerza. Se ahogaba y quería fumar. Quería salir de ese espacio que la agobiaba. Enrojecía en el intento de abrir esa ventanilla, le parecía la escotilla de un submarino perdido sin rumbo en una océano de caras. Miraba a los changos y a las señoras, todos inmóviles sin conversar, sin atisbos de palabras.
De pronto se abrió la puerta de acceso al vagón y apareció la imagen distorsionada del guarda tren. De gorra empolvada y sobretodo gastado por la falta de presupuesto, se acercó a Sofía cual gato sigiloso en la noche sin luna. El frío del cuerpo le recordó estar viva. Quería caminar, correr, irse de ahí de algún modo. Trato en vano de perderse entre la lana del cuello de su pullover alto que aún olía a su madre, como si fuera ese el refugio natural de acobijarse en algo conocido.

---Pasajes--- dijo el caballero en tono autoritario.
Sofía, no entendió la situación del tren parado y la exigencia inmediata del boleto.
---Que paradoja, pedirme eso. Ni siquiera funciona el tren—balbuceó, mientras hurgaba en su mochila gastada por los viajes cortos y el tiempo áspero del sur.
---Ya estamos arrancando, no se queje, estaría perdiendo el tiempo en reponer ese tiempo de enojo perdido--- se atrevió a decirle el guarda.

Sofía, se sorprendió por el comentario. No porque fuera incorrecto para el momento sino porque era inexacto en esa persona. No se correspondía con la estirpe de aquél alto y algo desgarbado caballero con cierta barbilla incipiente desalineada y de cabello rubio ceniza algo largo. Y al clavarle la mirada, al querer entrar en ese mundo, con el boleto en su mano gélida y enrojecida, en ese instante, el tren se echó a andar, al compás del ceño del guarda y de su mirada cómplice.

---Tener razón, no nos hace ser felices--- afirmó al tiempo en que se acomodaban los demás pasajeros en sus butacas empercudidas por la dejadez.

Al desplomarse sobre el asiento, Sofía cerró los ojos e intentó dormir un poco. Abría y cerraba su vista por la ventanilla que sólo invitaba a pensar en nada. Entonces, pensó en que aquél perdido personaje, que irremediablemente, no le sería indiferente en su camino.
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Nde A: Les comparto otro pasaje de "El color primario".

jueves, 9 de abril de 2009

La sonrisa sepia


.Cuando llegó el momento nadie se dió por enterado. La sequía había arrasado el amor en la chacra. Alguna vez una gitana le advirtió su básica forma de aceptar su realidad como situación a corregir. Sus dolores del alma. Todo en el campo se achicharraba. Grillos disfónicos. Bueyes que ya no danzaban como antes. Los ladridos perdieron a los perros. Algunas vacas cambiaban de lado para dormitar y su caballo ya no quería galopar cuando había luna llena. Una huelga de vida asolaba el sitio. Hugo hacía tiempo que estaba a cargo del campo. Su testarudez y su malhumor le llevaron a la ruina. Todos lo percibían. Estaba enojado con dios en un pueblito santo. Todo el pueblo lo estaba con él desde que había enviudado. Era la manzana mordida del edén. De una veintena de changos quedó reducido su personal a dos. Federick, un suizo venido a desmantelar sus tiempos de puntillosa formación. Ayudaba poco y fumaba mucho y vaya a saberse con qué propósito se quedaba. Chavito, un changuito de doce que no tenía sitio donde vivir y se había armado un bunker en el establo, un tanto lejos de los animales para dormirse entre las pajas. Nadie más le acompañaba en esa prisión de hectáreas fértiles y valles encantados. El no las veía desde que había quedado sólo.
Por la hendija del cartero, que sobresalía de boletas para pagar, vió el sobre lacrado, tamaño carta, que se distinguía del resto. Ni recordaba cuanto tiempo había pasado sin recibir una misiva. Se acercó al sobre y muy despacio, luego de ojear el remitente, se animó a abrirlo. La carta venía de su pasado. Le llamó la atención, como suele suceder, que no había pasado el tiempo. Es cuando el recuerdo se hace presente y conduce en un tiempo extraño. Se está en lo vivido, en el presente, creyendo que no se volverá a vivir. La carta era de una amiga de su mujer. Nunca se había acercado a ella sin otro fin que la amistad, pero la misiva le decodificaba los mismos momentos, vistos desde otro cristal. Le reivindicaba su cortesía y su amabilidad. Le recordaba tardes de río y charlas en el muelle, que ciertamente él había olvidado, pero que al traerlas de regreso no se condecían con la forma en que ella las recordaba. Cayó en la sorpresa de quien esperaba un momento distinto en aquél momento. Siempre hay lecturas distintas. Tantas como personas vivan el mismo espacio pero lo real está cercenado a ese lugar y en general detalles mayores no pasan desapercibidos. La cuenta estaba pendiente. El encuentro debía ser. En la carta, ella le contaba el ruido de sus mandatos y la claridad de sus sentimientos. Le escribía acerca de lo mucho que le necesitaba y de lo mal que se sentía consigo misma al saber que la muerte de su amiga le abriera un campo de esperanza. Le comentaba sobre estar al tanto de la chacra, que en algún momento había sido un vergel y un paraíso donde morar y que hoy, era un cementerio de almas pobres y tristes. Le decía lo mucho que deseaba verle y las ganas de olerlo, pues había sido su olor el talismán por el que le recordaba. Hugo estaba azorado. Sus recuerdos y formación no acompañaban a esa realidad escrita. Llamó por Chavito para que preparara su caballo. Quiso verla inmediatamente. El caballo estaba mañoso. Nervioso por naturaleza, no se dejaba montar las noches de luna llena. A Hugo no le importó. Llegada la noche antes de las diez, salió raudamente al encuentro de ella que estaba a tres leguas río abajo en el pueblo. Cruzando el río, el caballo enloqueció por el reflejo de la luna en el agua y lo arrojó hacia las piedras. La montura estaba suelta y Hugo se desnucó. Al día siguiente, nadie en el pueblo lo lloró. Muerte accidental caratuló la policía. Cerró el caso y archivó el expediente. Nadie supo acerca de la mujer que le esperaba. Esa carta la destruyó Federick. Para que no hubiera pruebas que lo vincularan. Lo hizo luego de haberla escrito él. Lo hizo sonriendo a boca abierta con sus dientes sepia al desnudo. Para que quede vengada la muerte de su amante.


.A petardy,

miércoles, 8 de abril de 2009

El viaje



---¿Será que todo el tiempo se desordenan las cosas?,¿ será que realmente uno nunca se puede acomodar?, y como decía mi abuelo,¿ me acomodaré en el cajón cuando no esté más en éste sitio?--- se decía Sofía frente a una vidriera de la estación Terminal.

Ese día, Sofía se detuvo frente a la escalerita del vagón del tren. Miró hacia atrás sin temer a quedarse hecha sal, y comenzó la maduración de su duelo.

---Tanto deseé esto, tanto lo pedí, que ahora que lo puedo tener, lo voy a dejar escapar….---

La tentación era ese peldaño, ese paso hacia lo desconocido, esa forma de retenerse en un espacio conocido. Ese corte sin cortar, esa lágrima sin fín, ese fondo de cuestión que no se resolvía con un viaje, esas miradas desconocidas, esa fe en jugársela mas allá de los pronósticos, esa historia que comenzaría a escribirse cuando el tren se echara a rodar.
Se acordó de Franco, lo visualizó, y lo presintió cerca. Le encomendó su alma a las personas que le habían conocido. No lo precisaría por el momento. Las voces se repetían, mamá , Lucas, Franco , Clarita, su entorno de anclado corazón, que la retenía . Todo aquel momento pasó tan de prisa que ya estaba en el viaje con la angustia y la euforia mezcladas en su equipaje.
De allí en más, sola con su mochila de corazón dejado y la neblina de la mañana del sur en su gorra de lana gruesa, comenzó a rodar esa nueva etapa de su historia. Atrás, no importaba mucho que sucedía atrás, su quijada rechinando de temores infundados y su expectante mirada hacia los pasajeros le provocó la duda en sus entrañas. ¿Cómo saber si se equivocaba en algo inequívoco?, sólo sabía que, había que tomar las riendas del potro de la incertidumbre. Animarse, atreverse a verse adentro, ahí donde la fortaleza halla reparo, donde las certezas resuelven enigmas, donde los misterios caducan sin asomar siquiera. Ahí, en ese lugar en donde se encuentran los deseos mas soñados y las esquirlas del tiempo perecen, ahí mismo, se van disipando y no dañan. Estaba volando entre los rieles del tren a Viedma, su escala deseada. Las paradas se sucedían, en un efecto dominó. La sucia ventanilla del vagón anunciaba las paradas. Pilcaniyeu, Los Nenucos, Jacobacci, y la estela de polvo que dominaba aquel sitio olvidado por dios y por los hombres. Por el dinero y el desamor. Inundado de almas arraigadas a la tierra áspera y guillotinante. Aquellos eran parajes en donde el tiempo no transcurría ni en las agujas de un reloj y se instalaba en la cara de la gente postergada.



* NdeA: éste es un pasaje de mi novela "El color primario".

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martes, 7 de abril de 2009

Cuestiones recordables.

"La vida sería imposible si todo se recordase. El secreto está en saber elegir lo que debe olvidarse."

Roger Martin du Gard (1881-1958) Escritor francés.

Me siguen los recuerdos. Me hablan. Me hacen mirarme al espejo y se enojan al verme distinto. Se instalan en la memoria y condicionan. Son caprichosos, aparecen cuando quieren. Traen risas o lloros. Alguien me dijo alguna vez que somos nuestro pasado y que las vivencias condicionan el presente. Todas las terapias trabajan desde ese lugar. Casi sistemáticamente. Para mí son alterables. Porque cambian de color si los traigo de otra forma. Si los guardo en otro lugar. Si les doy otra dimensión. Uno no cambia, cambia la forma en que ve los momentos del pasado en el presente. El ángulo que cambia la perspectiva. Ese cristal que a veces está claro, otros empañado, otros opaco, otros verde, otros rojos, otros introspectivo. Los recuerdos aparecen sin pedir permiso y se hacen presente. Nadie vive de recuerdos pero nadie deja de hacerlo. Las crisis remiten a los recuerdos. Los hacen latentes. Los hacen un refugio en donde no se evoluciona. Todo lo demás crece mientras atan a quedarse quieto. Los traen canciones, lugares, vestidos, películas, frases, momentos deja vú, olores, comidas, reuniones, objetos. El recuerdo es el apego. La carga empírica. No importa dónde y cómo estémos. Recordamos siempre. Me llama la atención que recordable en inglés sea grabable. Obviamente están grabados. Pero mejor sería que fueran grabables. Que cambien de textura. Que no censuren. Que no paralicen cuando vengan. Que sumen para que seamos mejor. Para que no se alojen en la advertencia y el alerta . Para que nos saquen una risa y un sentir vivido. Siempre se trae arena de otros mares. Necesitamos que sean nuestros aliados. Que al traerlos nos ayuden. Que sean base. Puerto seguro. Que nos den energía. Creo que eso se logra amigándonos con lo que fuimos y que no nos gustó tanto en cosas o personas.. Suelo apostar al futuro. Al fin y al cabo, vivimos de equivocaciones. Recordémoslo.
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La inspiración

Tenía una melodía rondando mi cabeza. Una bossa. Alguna vez viví y morí en Salvador de Bahía. Tuve a Mordomía, un amor más que un bar. Un cielo claro y húmedo en mis poros. Media docena de amigos del corazón y un improbable amor dándome vueltas. No existe una mecánica de composición. Quien compone lo sabe. La música no acompaña la letra ni viceversa. Debe darse el mensaje como un todo. Entonces, no encontraba que decir para aquella melodía. Esperé junto a ella. La guardé. Años pasamos juntos. Siempre latente. Siempre postergada. Hice intentos en vano por no dejarla tuerta. No encontraba esa musa que acompañara la combinación de sonidos. Cada letra propuesta no era para ella. A veces me enojaba la situación de no poder satisfacerla. Estaba enamorado de ella. Tiempo más tarde, el destino me encontró en otro campo de batalla. Trabajaba mucho en tiempo y cansancio. Eran años de servicios. Había un florecimiento de eso. Como todo a algunos le fue bien y a otros mal. Ciclos. Me aposté con mi planilla de solicitudes en un Supermercado a llenarme de negocios. Hacía una veintena de operaciones por día y facturaba miles. Premios, comisiones, referidos y referentes. Conocí a una morena que vino por los servicios ofrecidos. Rosa Blanca Amarilla era su nombre. Pensé que se trataba de un chiste. Pero era cierto. Se parecía a aquél amor que me daba vueltas en Brasil. Habían pasado casi diez años. La melodía comenzó a sonarme apenas la ví. Quedé petrificado. No estaba embelezado. Simplemente reconocí la letra. Terminé la operación y comencé a escribir la letra de la canción. Duró segundos el proceso. Fue exacto. Tal como la había escuchado en mi cabeza todos esos años. Le llamé “Assim” que en portugués es; así. Nombro a la rosa blanca amarilla negra. Nombro lo que me costó. El recupero de la musa. Mis amigos no me creían. Suele pasarme. Hace poco nos reunimos en la casa de una diva del tango y el folclore. Escucharla es un placer artístico. Me ofreció tocar algo. Toqué “Assim” y así toqué su corazón. Ella conocía a Rosa Blanca Amarilla. Había estado en su casamiento. Un tal Rojo de apellido era el agraciado y hacía unos días atrás había tenido una hija. Violeta. Un arco iris de familia. Coincidencia de colores. Somos seres gregarios. Buscamos nuestros colores. Y lo más paradójico, es que nunca supo ni creo que sepa que le dedique una canción.
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Veraz







Quien renuncia a la búsqueda muere en una vida impropia

y es triste verse andando sin siquiera haber despertado.

al menos una vez....










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lunes, 6 de abril de 2009

El haz de luz

Mientras ella hace que piensa. Posa para una foto. Escribe en su cuaderno.
"Sólo deseo que seas vos quien esté detrás de la cámara tomando el haz de luz antes de que se vaya al infinito".




" No podemos cambiar nada sin antes comprender. La condena no libera, oprime." Jung.



Apareció en un haz de luz por la hendija de la claraboya. Ella cocinaba algo tan rico como le sabía su estado. Se había enamorado de su sonrisa. De lado quedaban cuestiones pasadas. En el living reían las sombras por las ropas dejadas cuando corrían apresurados para llegar al cuarto. La catedral del deseo en donde se erizaban las pieles. Estaban cerca de todas la imperfecciones. Ella, irónica y desenfadada construía un mundo de ensueños. Salvaje en el bosque de cemento. Rescataba el instinto. Rozaba la locura del dar. Inquieta y temible. Sagaz y tierna. Ordenada en el caos. En sus bordes se había instalado él. El, mago sin rumbo aparente. Sólo conocía otros sitios. Daba quedando en deuda y lo daba todo. Sensible y parlanchín. Rey sin reino. Al margen del mundo oficial. No existe la calma en el amor. No se doma. Está paradójicamente suelto. Va de cuerpo en cuerpo buscando refugiarse un poquito de quienes lo maltratan. Quienes prometen en su nombre. Ella cocinaba sin dejar de escuchar, de ver, de pensar. Sobre todo de pensar. El volvía a ella sin dejar de escuchar, de ver , de pensar. Sobre todo de pensar. Juntaban fragancias de jazmín para llenar sus espacios. Almendros y abetos para darle frutos y sombra. A veces volaban. Planeaban sueños tan reales como la realidad soñaba verlos cumplidos. Exquisitamente equivocados. Se espejaban. Se deseaban. Se apenaban. Se negaban. Se desencontraban. Nada fue suficiente para sus esperas.
Cuando el miedo les copó la parada, lo que generó la luz murmuró.
--No se merecen el regalo—
Y sólo la hornalla quedó encendida quemando la cena.


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domingo, 5 de abril de 2009

Trena azul

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No puedo alcanzarte en el viaje.
Mi valle de faltas,
Tus sueños realizados
Quimeras domables
Ganas de no siempre
Promesas de niña
Se funden en desvelo

Que todo lo daña, que todo lo cubre.

La corteza del alma ciega
Detona tu peor versión.
Soy quien la hace explotar,
La hoguera de mi sentir lo hace.

Mis luces y mis sombras.

Indomables.

No se promete amar.
Se vive.
Se goza.
Se rompe.

Me fuí del mundo.

Ruedo en pedacitos,
Inevitable
Por la senda espinosa
Del encierro.


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