lunes, 8 de febrero de 2010

Piquete

Alguien le había contado que en la ciudad perecían los modales y crecía la miseria. La ciudad sólo servía si cumplía deseos. Las lunas se perdían detrás del smog y la arboladura de edificios nublaba el sol. Los espacios verdes estaban sucios y las calles inseguras. Las rutinas automatizaban, la queja eran los ruidos de la calle y se dormía sin conciliar sueños. Laura estaba en Buenos Aires hacía un tiempo y sentía las ganas de irse. Volver a Mendoza, a Potrerillos, era su sueño recurrente desde hacía mucho. Así que decidida, salió de la Terminal a las 7 para llegar al otro día a la misma hora al encuentro con sus afectos. Su familia la esperaba y hasta le habían armado una bienvenida con peña y vinos tintos. El conglomerado de primos, tíos y amigos se agrupaban en la espera eterna de quienes esperan. El ómnibus partió sin demoras y pronto estaba en la ruta elegida. Solo 7 pasajeros viajaban. Los carteles se sucedían, señalando nombres, vendiendo productos y servicios y ella miraba. Los registros visuales quedaban en la memoria. Salían y recorrían la mente en búsqueda del mar que los libreasociara. El itinerario se cumplía a pesar de los paros en el campo. Llegando a Córdoba el reclamo se sintió en la ruta y los productores cortaron la vía. Lecheros y tamberos asociados derramaban los líquidos en el asfalto. El negro se torno blanco. La grasa que se estancaba en el piso caliente repugnaba. Al detenerse supieron que no seguirían a no ser que en las noticias se anunciara un acuerdo. Darío, camionero de oficio, estaba delante del ómnibus y les proveía información. De tanto acercarse se sumó al grupo. Laura lo vió. Inoportuno es el flechazo furtivo cuando aparece. Inesperado. Comenzaron a hablarse en silencio. Se decían de todo. Hay momentos exactos en que las bocas que callan besan mirando. Cenaron todos contando sus motivos y realidades. Ellos presentían otro viaje. Todos reían en el caos un encuentro impensado. Ellos se atrevían a verse. Ambos, solos, en el camino de la búsqueda. Se encontraron. Ni se conocían y algo se sabían. Caminaron el campo. El aire sabía a tierra mojada. Vieron las luciérnagas adornar la noche. Trasnocharon entre repelentes y grillos, en otro sitio, desde otra conexión, bajo la luz de la luna que enrojecía. Ella dejó de mirar los carteles para ver las señales. El siempre las había buscado. El piquete les detuvo el tiempo para hallarse a las 7 del día siguiente en un nuevo amanecer besado. El cartel señalaba avanzar despacio. La señal indicaba avanzar.

6 comentarios:

  1. El piquete y las señales les prepararon otro amanecer.
    Un cuentito realista!!!


    Besitos Fá.

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  2. Me apasionan esos encuentros, sobre todo cuando le sigue un amanecer besado

    beijos garoto

    Estercita

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  3. Recién vi unas imagenes de Mendoza,
    es hermosa.

    Un beso.

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  4. Las señales de tu faro preparan en la noche un amanecer explendido junto a tus escritos.

    Gracias por compartir.

    Cálido abrazo.

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  5. Siguiendo las señas de tu sol, he llegado a leerte.

    Gracias por compartirlo.

    Besos

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  6. Ya me parecía a mí que los piquetes también contemplaban la necesidad social de remediar el desamor!
    Los has escrito muy lindo, Sereno!
    un beso

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