viernes, 25 de noviembre de 2011

el jardinero infiel.

“Hay que regocijarse que las espinas estén recubiertas de rosas”.
Muggeridge.


Las sombras caían en el barrio chino. En aquél infinito mundo del dragón venerado en donde se hablaba el lenguaje del saber. Chen tenía el espíritu del caminante. Ese fuego interno que hace trabajar lejos, reposar cerca, vivir poco y andar mucho. Su familia había quedado en Shangai. Casi condenada al progreso. Chen trabajaba en una casa de té. Hacía de todo con una inentendible sonrisa instalada y un andar veloz. El lugar brillaba por sus jardines. Una copia fiel del edén. Todos los días, al terminar su jornada, regaba las plantas con amor y agua. Les hablaba. Ellas le contaban sobre su percepción de las cosas y de las personas.

---Hoy hizo mucho calor. Deben estar más sedientas que lo normal--- le dijo a los rosales y las magnolias.

Las flores no estaban de humor. Ni las alegrías se mostraban bien. Todas callaban.

---Algo les está pasando. Parecen las flores de un funeral.¿ quieren contarme?--- dijo mientras arrimaba su cara a una rosa blanca marfil.

La rosa reaccionó y le arañó la cara con sus espinas.
Sorprendido Chen se echó para atrás. Jamás había sucedido algo parecido. Siempre se había acercado a compartir secretos y dulzura con las fragancias en el aire.
La noche cayó en luz de estrellas. Las flores se agruparon. Habló la magnolia que era la más decidida.

---Nos hemos enterado que Lin, la repostera, te ha echado el ojo. No tardarás en caer en sus redes de seducción. Los hombres perecen cuando son atendidos. Ella es una experta cocinera y te llenará como pavo la panza y el alma y nos abandonarás.---

---A decir verdad, ella me gusta. Sería una buena compañera. El enojado tendría que ser yo. ¿porqué no lo compartieron conmigo sabiendo que estoy sólo?. ¡Con todo lo que las he cuidado!.¡ Es injusto!.--- respondió Chen nerviosamente quitándose ademanes y gestos.

--- Ya vendrás a mostrarnos tu felicidad, algunas terminaremos muertas en las manos de tu amada. Ya lo verás. Verás también que no nos quedaremos con los tallos cruzados.---vaticinó la amapola cerrándose en la noche.

Chen sintió una iluminación. Las estrellas le brillaban en los ojos la esperanza. Nada le había ilusionado tanto desde hacía años. Se predispuso receptivo y locuaz. Comenzó a ver más de cerca la relación. Se fue acercando como agazapado hacia el sentir.
Al tiempo volvió al jardín. Algunas flores se habían marchitado, otras, le esperaban por la fuerza del despecho. Aquél día de otoño, se acercó a sus confidentes y murmuró por lo bajo.

--- Lin, estaba enamorada de Zen, la niña lavacopas.---

La equivocación les desnudó los rencores y el cielo se cerró en lloros. Así fue que diluvió por dentro y por fuera el jardín del despecho porque a partir de ése momento las flores le dieron la espalda al jardinero.

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