lunes, 13 de abril de 2009

El desayuno

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"Un viaje es la necesidad interna de recurrir a olvidar tu pasado."
(anónimo)




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Al tiempo de escuchar esa música en su cabeza, Lágrimas Negras, sus planes tomaban dirección hacia un devenir más cierto. Le enojaba no haber sido despedida en la forma que se merecía. Había partido sola, como había vivido. Nadie le acompañaba en esta elección y sus dotes de arlequín no le bastaban para montar el circo en escena. A veces, sentía como si su destino estuviera escrito por personas desconocidas, por astrónomos mayas, profetas del oro, sacerdotes egipcios o escritores de tangos perdidos en el mundo de la bohemia. No había una certeza tan válida como su duda. Aún así, su espíritu rebelde sin condición aparente que la motive, la movía de un lado a otro. Le había costado concentrarse en algo específico toda su vida. La contrapartida era haber aprendido por salir de situaciones emocionalmente complejas. Su ausencia de padre, el carácter errático y determinado de su madre, sus amigos de adolescencias tardías y su entorno mutante y sin recompensas. Eso la había formado.
El tren estaba ya arribando a Viedma, la ciudad soñada para ser la capital de la república al estilo de Brasilia, se despertaba de una helada noche y de San Antonio cruzaban obreros tapados de abrigos oscuros y casi sin saludarse por no sacar las manos de sus bolsillos. Eran casi las 7 y el alba pintaba al puerto de actividad parsimoniosa. La barriga le crujía del hambre, y tras un breve sueño estaba dispuesta a resignar algún dinero en comprarse un buen desayuno. Al descender, quiso salir de la estación lo más rápido posible y meterse en un barcito a media cuadra que se veía coqueto. Al entrar al bar, las miradas de todos se le clavaron en su figura como la mira láser de los fusiles de alto impacto. Enseguida le coparon la parada de extraña.
Sofía era bonita. Tenía una belleza que salía de lo normal, era una lindura que invitaba a posserla. Alguien le había confesado que era la más guapa del barrio, y desde aquél momento nunca dudo de su carisma. Se sabía bonita, de cabellos largos y oscuros, siempre con brillo de atracción sexual, de mirada sugerente y de labios mordibles. Estaba vestida como si entrara a un refugio de alta montaña pero, el frío de la mañana y sus pálidas mejillas no le beneficiaban mucho en su aspecto.

---Café con leche, más leche que café….¿ y alguna medialunita para acompañar?--- le sugirió el mozo.
---Si…si….---le contesto debajo del pullover.

Al segundo desvió su mirada y era el centro del lugar. Si bien, su espíritu no era el de llamar la atención en cualquier sitio en donde entraba, esos clientes quedaron a la espera de resolver la intriga.
De a poco la sensación de polaridad se hizo presente. Apareció en escena ese señor un tanto desprolijo a tomar un cafecito en la barra. Se trataba de Gabriel, el guarda tren. Que sorpresa fue para Sofía ver a esa persona que inoportunamente estaba entrando en su vida, sin una razón aparente. Al segundo se persiguió, sintió estar en un lugar incorrecto, como expuesta por la mirada de este hidalgo y desfachatado personaje de historieta o de fábula barata, que lucía horrendo y hablaba como si le brotaran soles de la boca.
Se miraron y al reconocerla, ella, que no era de avanzar en las relaciones, le encaró una tímida invitación. Gabriel accedió con una andar cansino y seguro.

---¿ Está caliente ese cafecito? Mirá que si no, el alma no se entibia---. Le dijo en discurso un poco cursi.
---Si, si al menos un poquito va a entibiar--- dijo ella.
---El destino se hará andando entonces, no?...vas hacia la gran ciudad capital o a buscar un nuevo horizonte en otro lugar?--- Le propinó.
---Creo en que, a ambas cosas---

Entonces, el reloj de arena del destiempo se hizo nido en su garganta. Ya no pudo decir más que le pasaba. Todas las mareas en su mente. Sin timonel ni banderas. Era una barcaza a la deriva en esa mañana de Viedma.

--- Me voy...--- atinó a decir por lo bajo.
--- Ya, terminá ese café…no hay apuro, hacia donde vas, sólo estarás con
vos misma--- dijo Gabriel.

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NdeA; pasaje de "El color primario".
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6 comentarios:

  1. Es bellisimo .
    Yo conozco a esa mujer .
    Hermoso relato .
    Un abrazo

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  2. Yo no la conozco, pero me encanta lo que cuenta hasta ahora su historia.

    Un abrazo y gracias por tu visita siempre!
    Tere.

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  3. Ana G, de veras... eso me han dicho, será que cada mujer tiene una viajera dentro?. Quien conoce su destino seguramente encontrará una riqueza invaluable.
    beso,

    Tere, gracias por tu comentario. Seguirá la historia un par de posteos más.

    beso,

    Rayu; por la canela debe ser...
    beso amiga.

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  4. Nunca creí que un defecto, mi impaciencia, fuese recompensada así jaja... Un abrazo para que no se entibie el alma

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  5. Shao; otro para vos.
    beso,

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