martes, 14 de abril de 2009

Encuentros

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"En ciertos oasis el desierto es sólo un espejismo."
Mario Benedetti


"El encuentro es el inicio del viaje compartido".


Clarita tomaba baños de luna y solía encremarse el cuerpo con una de aloe, algas y coco. Una combinación que la delataba a dos kilómetros de distancia. Pensaba que ese perfume erotizaba a los hombres, quienes en realidad se acercaban más por sus curvas que por otra cosa. Lucas estaba hechizado. Nadie entendía el porqué de su enganche. Pero él, hasta había hecho cálculos ergonométricos y algorítmicos para demostrarlo. Algo propio del que ama y lo justifica. Clarita decidió el encuentro. Un lugar en la costa que se llamaba “trentis” y que era de un músico de los soda. Tenía onda el lugar. Siempre lleno de turistas que disfrutaban de las vistas y de el habitué paquete de Bari. A consecuencia de la fragancia de Clarita, alrededor suyo no se sentó nadie. Es que el hedor era intenso y la paciencia no se resistía por las narinas. Lucas se dejaba llevar por esa fragancia. Le encantaba. Así, el también tenía lo suyo. Le escapaba a la ducha luego de entrenar y no era amigo del shampoo y del jabón. Llevaba consigo un olor a vestuario bien definido. Cuestión que a ella le gustaba. Lo hallaba interesante y varonil. La ecuación de la atracción estaba dada. Estaba dicho que eso se pagaría con sexo inmediato. Casi sin hablar y luego de pedirle un par de chop a la moza, sin beber un sorbo siquiera, se avalanzaron uno sobre otro haciendo como epicentro del chupón la mesita de madera artesanal. Cayeron al piso el servilletero, unos manies en platito, y unas papitas fritas de copetín, llamando la atención aún más de los visitantes. Asombrados , comenzaron un tímido aplauso que terminó en ovación. No se sabía bien si porque se habían animado o porque se iban. De hecho, salieron casi corriendo del lugar. El billete de la cuenta voló del bolsillo a la barra sin escalas, y en primeros segundos se besaron por todos los años pasados de flirteo. Tal calentura enrojeció a la luna llena.
De aquel estado catatónico no se zafaron más. Ese chicle caliente que no se puede sacar cuando se pega, así recorrían las calles del pueblo venido a ciudad que era Bariloche. El color de sus mejillas contaban lo sucedido.
Sofía se vislumbraba día a día. Las luces de la ciudad no descansaban ni de noche. Sus anhelos de alcanzar esa paz tan preciada. De poder disfrutar de sus soledades no deseadas. De cambiar el curso de su devenir. El futuro como un vacío. Como una hoja de papel en blanco como su cara. La que invita a ser llenada y no olvidada en un cesto. Estaba realmente cansada del viaje. Tratando de entender que había sucedido. Como se había generado su partida casi como una huída. Sabía que tenía que encontrar, mas allá de qué vivir, un lugar, un espacio donde ser rescatada. Siempre había imaginado eso. La figura de la conexión total, la del príncipe que enamora a diario, del que la deseara así, siempre. Por otra parte, no paraba de dar vueltas en su cabeza las cartas anónimas de amor.¿ quién podría estar escribiéndole esas misivas? , ¿Quién sino alguien que la conociera?. No paraba de pensar y repensar. Al tiempo en que se cocinaba un salteado de verduras, sonó el teléfono de la casa. Le llamaban de la Terminal. Esa voz le decía que había extraviado un documento. Sofía, inmediatamente revisó su equipaje completo y descubrió que le faltaba el DNI. La persona de la Terminal, se había tomado el trabajo de llamar a Bariloche y hacer las indagaciones correspondientes para dar con su paradero en Buenos Aires. Algo, por cierto, no muy común. Sin perder tiempo salió disparada a la Terminal con Claudio. Al llegar a la boletería, su cara se lleno de asombro. Casi sin quererlo, Gabriel el guarda del tren, flaco y desgarbado se topó con ella.

--Increíble encontrarse acá--- le dijo con el ceño fruncido.
--realmente sí----titubeó Sofía al tiempo en que presentaba a su primo Claudio como su hermano del corazón.
-- Es que al destino se lo traza todos los días, con cosas que hacemos y con las que no hacemos, pensar una posibilidad como ésta hubiera sido una locura total----aseguró Gabriel mientras reía al hablar.
---Algo estará queriéndome decir el destino entonces, porque no creo en la casualidad--- sentenció ella al tiempo en que agradecía a quien le había encontrado el documento.
---Quería conversar un poco con vos--- le dijo en tono serio Gabriel.

Sofía, que tenía un carácter fuerte en la decisión, notó el determinismo del caballero del tren. Miró a claudio, con un gesto cómplice, y le dijo que se fuera. En un santiamén estaban en el café.
Las miradas derrochaban riqueza y sonrisas. La confitería era como un santuario de confesiones. Ahí, Gabriel le contó cómo llego al tren luego de haber estudiado letras en la facultad. Sofía cómo llegó a Buenos Aires después de recorrer tanto verde en su vida. Ahí, juntos, se los veía naturales, como entusiasmados, a las risas urgentes. Tentados por el juego se olvidaron del reloj. Se hizo tarde la noche y se hizo bien de noche. Gabriel, que vivía en San Telmo, se ofreció a acompañarla. Juntos tomaron un taxi que volaba por las calles. Todo se pasó velozmente, fue hasta fugaz como una estrella. Sofía, le agradeció y el al irse le propuso un nuevo encuentro.
Gabriel era un ángel feo. El era mayor que ella. Una diferencia casi imperceptible, pero notoria en el documento. Distintas generaciones se encontraban en un sitio inimaginable. Uno frente al otro. La química que no se explica. La fuerza del deseo que atrae, que corroe las fronteras del límite. Algo les había sucedido. Algo les estaba sucediendo.
NdeA; último paraje posteado de "El color primario". Espero que lo hayan disfrutado.
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3 comentarios:

  1. Me imagino sus miradas, esas que sin decir una palabra dicen todo. Es como si leyéndote pudiese transportarme hasta allí, estoy sentada detrás de ellos, en la mesa que está al lado de la cristalera y he tenido que levantar mi mirada del libro para verlos atrapados en el deseo...¡mmm! Precioso

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  2. Podríamos utilizar aquel dicho de "Dios los cría y ellos se juntan"... Pero yo prefiero pensar que había algo más...

    Hoy te mereces un beso... y una reverencia!

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  3. Seguro que la luna es la primera en descubrir eso que está sucediendo : )
    Un abrazote

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