jueves, 5 de marzo de 2009

Encuentros I

Mensaje sorpresa. Charla de café a la hora del almuerzo. La ciudad rugía su rutina de la semana. En Buenos Aires, el aire ya no es tan bueno como antes y el gentío agobia como siempre. Se agolpaban personas de trajecito por la zona. Estaba en callao y Lavalle. Surge ahí un pasaje en diagonal dedicado al célebre Enrique Santos Discépolo. Me preguntaba si la gesta de ese personaje del tango no era mas importante que la figura del General Lavalle. La historia juzga mal, me parece, pone al creador a la altura del obstinado. La paradoja es la metáfora irónica de la vida. Respeto el llamado de un amigo. Provoco una pausa activa en las actividades. Un paro por tiempo indeterminado. Necesitaba cortar con la negociación de las condiciones de un asunto para ocuparme de vivir. Solo y simplemente para hablar de cosas mundanas, pequeñas grandes anécdotas y proyectos. Caminé varias cuadras para estacionar y luego para conseguir las benditas fichas del parquímetro. Buenos Aires tiene un ritmo frenético. Me acompasé al ritmo de la gente y casi terminé corriendo. Llegué tarde, por supuesto. Me recibió mi amigo con una sonrisa y un abrazo. Café martínez, una licencia más de esas que prometen negocios, era el sitio convenido. La consigna era salir de la rutina del stress por un momento. Pasamos entonces por la familia, los proyectos, los amores y las cuestiones del vivir. Como siempre lo hacemos. Nos reímos a carcajadas de la conexión. Estábamos bien. Estábamos en el lugar que queríamos estar. Hacíamos fuerza para que nuestra amistad no sucumbiera en la rutina de no verse. Hacía tiempo que no lo hacíamos. Empezamos hablando de eso. Terminamos igual. Los encuentros son lo mejor. Uno puede autorrealizar su historia haciendo lo que le gusta y como toda costumbre, creo que en algún sitio eso provoca agobio o saturación. Hablamos de eso. Como cuesta encontrarse en la ciudad. Combinar los horarios, las ganas, las intenciones de estar y el lugar. A veces la previa demanda un verdadero esfuerzo. Esta vez salió fácil. De una. Con la frescura de lo natural. Guiados tal vez por el deseo de compartir una charla que sirva para entender algo nuevo para aprender. Me convertí en un envase repleto de sueños e ilusiones. Me encanto sentirme así. Cerca de lo que realmente tiene valor, de lo que dignifica, de lo que estamos hechos, de la sensibilidad que acompaña. Le entramos a un par de ensaladas griegas que si los griegos no nos quisieran por eso los entendería. Mal se almuerza en el centro. De todos modos, no era lo importante. Nos empachamos de energía y eso genera ser mejores.

2 comentarios:

  1. Primero voy a ver qué pasa en el próximo encuentro...mmm. Si no es lo que pienso, vuelvo.

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  2. Los encuentros son fabulosos. A veces hay que forzarlos para encontrarnos. Me gustan los encuentros casuales, pero también los que tengo algunos días con mis amigas del café. Ese día empiezo el día con energías renovadas.
    Saludos desde La ventana de los sueños, blog literario.

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