martes, 10 de marzo de 2009

El repartidor

De a poco se va gestando la ilusión. Acomodo mis pies sobre la mesa ratona. Copa de vino tinto fino. Me embriago de a poco el paladar hasta que me pica levemente. El tabaco suele tener otro sabor. Veo todo en su lugar. Estoy en la línea de partida. Riego el ambiente con uno de mirra. Para curar la casa, dicen. Suena el desenchufado de Sting. “Ain´t no sunshine when she´s gone”. Disfruto la versión. El momento de la partida es una bienvenida. Encuentros con el piano de fondo. Desencuentros con tu olor a jazmín y los besos acanelados. Con el jardín del viento y las palabras que encadenan. Ya no suena el celular, ni retumban los mensajitos escritos. Tormenta lunar que incontenía los mares. El mundo sigue siendo lo cruel que es. Qué paradoja. Me siento afortunado. Busco lugar para poner las fotos de mis peques. Solitario y concentrado. Cada imagen me remonta un recuerdo presente. Como siempre sucede. Devoro unas exquisitas rabas y leo un poco de la Llave maestra. Todos esos libros dicen lo mismo. Me busco en un nuevo formato. Voy hacia La causa de los niños de Dolto. Paciente y locuaz. Tomo otro poquito de vino. Abro el arcón de los afectos. Hoy decido estar solo. Conmigo. Recorro la casa como si fuera a comprarla. Reconozco los rincones del sitio. Con mis tiempos pausados y mis búsquedas interminables. Con mi color primario. Miro por la ventana y la noche me regala una lluvia. Saco mi cara y me mojo. Paso mis manos por el rostro. Me recuerdo. Me acuerdo de vos también. Me miro al espejo, mojado, y brindo con mi imagen, y por qué no, por lo vivido. Ya no me duele aquello que sentí que dolería por siempre. No invento disculpas. No provoco peleas. No digo que no estoy. No escondo la verdad ni por protegerme de la soledad. Afuera ya diluvia. La contrapartida de lo que lloré alguna vez. Angustiarse es morir más rapidamente. No tengo ganas de acelerar mi mortalidad. Eso, ya me pasó ayer. No recuerdo bien a qué hora pasó, pero pasó. Vino acompañado por el que reparte tristezas por el barrio.
Sólo sé que nunca, ni por piedad, le doy propina al repartidor… por si se le ocurre venir más seguido por eso.

8 comentarios:

  1. Vale, estoy segura de que debes tener un secreto para escribir tanta cantidad (entre poesía y prosa)con tanta calidad!!! :-)

    También estoy segura de que no lo confesarás...

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  2. Nunca se sabe como va a jugar contigo la vida. Si lo más querido se hace lo más doloroso en el camino. Me gusta muchísimo como escribes.

    Beso

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  3. No sé porqué tus mundos son mis mundos. Será la "porteñez"? Los años? Los libros? Los sueños?
    Yo y mis preguntas...
    Una cosa...el olor a jazmín me pertenece,la canela es de mi amiga Lunaazul.Veremos si te los prestamos...(ésto debe leerse con sonrisa,claro).


    Un gran beso!

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  4. Mer; gracias!!, debo ser pariente de Alucard.
    No me guardo nada, eso te lo aseguro.

    besos,

    Atenea; Lo único que no cambia es el cambio.

    gracias y beso.

    Rayu; No es la porteñez. Es la búsqueda. Acolmena los corazones y entelepatiza las almas.
    Nosotros y nuestras preguntas....
    si no me prestás el olor a jazmín y la canela... te los robo. El que avisa no traiciona.

    Bechos,

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  5. Ya no me duele aquello que sentí me dolería por siempre... Eso es lo terrible y lo maravilloso que todo pasa...Me ha calado tu relato, por el lado triste. Qué manera más hermosa tienes de decir....
    Besos.

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  6. La canela me la tienes que pedir a mí, pertenecer a mi sueño de Salalah, por lo que nunca podrás robársela a Rayuela. Esta noche cuando enciendas los faros de la Luna podrás pedírsela, seguro que te la da.

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  7. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  8. Juana; hace poco nos conocemos...no sé bien cómo decirtelo, voy a aventurar una pregunta cortés. ¿serías tan amable de prestarme la palabra canela en el significado y significante que corresponda para aromatizar mis relatos?.
    Tomate tu tiempo, no es simple el pedido.
    A pesar de ello, agradezco que embelezcas mis relatos con el aroma de la luna azul.

    Gracias,

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