domingo, 22 de marzo de 2009

Otoño

.
Tuvo miedo. El otoño le trajo la caída de hojas y el aguacero. Guardó los sueños en el cajón por un ratito indefinido porque alguna vez se lo halló culpable de vivir soñando. Alguna vez había alquilado mujeres luego de perecer en los abrazos partidos. La parábola eterna del amor en destiempos de cólera. Miedo. Crispado en recuerdos de quien nunca quiso ser. Corrió hasta el ascensor por el pasillo oscuro pero bajó por la escalera. Bajaba con el hilo de Ariadna a sus espaldas. El eco retumbaba sus pasos. Séptimo piso. Golpeaban a otras puertas otras vivencias. Llanto de niños, eran suyos. Adioses de la vecindad. Los códigos de la convivencia con los que no se convive. Sexto piso. El portero había baldeado con lavandinas el suelo. Olía una ácida pulcritud. Se aceleraba junto al respirar. Quinto piso. El timer de la luz dejó de contar. Se hizo de noche. Se afianzó en los bordes de la baranda lazarilla de a pasitos ciegos. Cuarto piso. Volvió a encender la luz. Eludió las preguntas de vecinas que percibían el tema de la semana. Mientras callaban al verlo, se reiniciaban en su charla bajando el tono de la voz. Claro, hablaban de ellos. Tercer piso. Alguien había fritado el almuerzo. Recordó las torrejas de su abuela. El sabor de la cocina que se olvidaba en casa. Segundo piso. A dos pasos de la salida. Paró. Se posó en el marco del descanso. Bostezó su dolor de cabeza. Se miró a través de un tragaluz y vió la ciudad sin él. Respiró profundamente y siguió por inercia. Primer piso. La escalera comenzó a iluminarse por los vidrios del palier. Se cortó el timer nuevamente (el conteo de la nueva-mente). Encender-apagar-encender...Planta baja. Llegó casi corriendo al espejo. Se miró fijamente. No se reflejó pero se empañó el viscelado. Reconoció que otros nombres vivían en él. Tuvo miedo. Descendido. Des-encendido.
Llegó al subsuelo y no quiso salir de ahí hasta que regresara ella.
Ella no vendría.
Ya le había vendido su anillo de luna a la mano del coraje.

.

7 comentarios:

  1. Ay! Pero y si estuviese regresando? Si fuese el mismo coraje el que la hiciera volver, para poder así reflejarte...re-flejarte. Yo voy subiendo y...el timer se enciende,nadie se calla, por lo tanto no me ven, huelo las torrejas,(tienen canela),creo oír al Minotauro allá arriba...No le temo al otoño, no hay lluvia más hermosa que la del otoño. Llegaré a la terraza, desde allí miraré la ciudad sin recuerdos. En cuanto la vea llegar, te aviso...


    Un beso,maestro!

    ResponderBorrar
  2. Juaaaaa....me encató tu comentario Rayu, me sacaste la segunda parte. Bueno, escribila vos. Dale??.que impaciencia...que impaciencia...

    beso,

    ResponderBorrar
  3. Ayyy melancólico otoño que a pesar de ser bonito trae mil y una historias como esta de desamor y desdicha... Genial! Tengo predilección por el drama y las historias tristes (no soy masoca :P) y esta me encantó ;). Besos

    ResponderBorrar
  4. El descenso hacia el olvido, piso tras piso va dejando lo cotidiano lo conocido, y los sueños en el cajón, esperar la llegada de quien no volvera. Sin embargo en su huida, en su no reconocerse, no olvidó el hilo de Ariadna, a pesar de todo dejó un camino de vuelta. Precioso y el principio genial.

    Un beso.

    ResponderBorrar
  5. Un cajón repleto de sueños y de duelos, el hilo de Ariadna como las migas de Hansel y Gretel... que suba hacia la terraza para verla volver junto con Rayuela.


    Simplemente hermoso.
    Es lindo el otoño. :)

    ResponderBorrar
  6. Ya lo dice Celes... simplemente hermoso. Y por supuesto simpre nos queda el otoño. Un abrazote crujiente como las hojas secas del parque

    ResponderBorrar
  7. India, gracias. continuará...

    Juana; gracias. Encontraste el detalle. siempre me sumás. besos a tí y a los melli.

    Celes; qué difícil. Rayu está en la terraza de la ilusión literaria. Veremos.

    Gracias y besos,

    Shao; me quedo con el abrazo,
    gracias.

    ResponderBorrar

cuentame tus luces